Los tres influyen en el comportamiento final. Así, las actitudes son como resortes, esto es, como verdaderas predisposiciones que todos tenemos hacia "algo", y que definitivamente nos hace actuar de una u otra manera.
El hombre creyente sabe que debe amar a Dios tan intensamente como a su prójimo; esto supone amarse a sí mismo y, además, entabla la necesidad de dedicar a los demás el afecto, el aprecio y la disposición de servirles.
Por eso, Luis Vives, el pensador español, sostiene que:
"No hay cosa, por fácil que sea, que no la haga difícil la mala
gana."
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