¡Tu, Hierofante que con tu antorcha iluminas mi camino por la noche!
¡Tú que alumbras mi sendero y me ubicas en el destino!
La noche estrellada cubre con su manto azul intenso los valles egipcios; las almas se elevan con sus destellos plateados buscando reunirse con Su Creador. Los sacerdotes subliman sus pensamientos y evocan la Revelación en lo más profundo de las pirámides, y allá, en el horizonte, los iniciados se recocijan en su dicha portentosa de ver a Dios.
¡Oh, Luz de los Misterios! ¡No abandones mi alma, no alargues mi desesperación!
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