¿Qué podemos colegir, nosotros los mortales que vivimos en la más tierra de las tierras, que pasamos nuestros días al día y sin abundancias ni reservas? No hemos experimentado nosotros las glorias que viven las élites sociales y económicas del país, la abundancia desbordante de los ricos y poderosos. Los Maestros de El Colegio Invisible nos han enseñado: "Sé siempre contento con todo, de todo y para todo" y jamás juzgues la conducta de los hombres, condenándola o perdonándola, Dios, quién sondea nuestros corazones, es el único que puede juzgar sus obras". Y todos decimos: "¡Así sea!". Es decir, los Maestros del Colegio nos instruyen para que los seres humanos -los temerosos y amantes de Dios- nos conformemos con nuestra suerte, sobre todo cuando nada podemos hacer para cambiarla.
Esto es: nadie nos dice que no trabajemos para mejorar, salir de pobres y dar lo mejor a los nuestros. Pero Salomón nos enseña más, inspirado por el Altísimo. Él nos dice que el éxito material despierta la envidia de los demás, por ello todo es vanidad y aflicción de espíritu. Pero por ello también, los discípulos de El Colegio Invisible , debemos aprender a trabajar para vivir con dignidad, disfrutando de lo que obtenemos por el fruto de nuestro trabajo -única fuente de las riquezas- y aprendiendo a no necesitar más de lo justo. ¿Para qué enriquecerse? Todos aquéllos que caminan los pasos perdidos buscan afanosamente el oro y el oropel, la vanidad y la imagen, el poder y el dinero. ¿Para qué? Nos dice Salomón en el Volumen de la Ley: "Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero el rico no le deja dormir la abundancia". Eso dicen los sabios de El Colegio Invisible.
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