viernes, 7 de septiembre de 2007

LOS VICIOS Y LAS VIRTUDES

La perspectiva de las religiones es distinta a la de la filosofía. Mientras las religiones judeo cristianas hablan del pecado, conforme a la sentencia bíblica, la filosofía refiere la idea de los vicios, las pasiones y las virtudes.
Para las religiones es el diablo -Satanás- el causante de los males; para la filosofía, y en especial para la masonería, los vicios y las malas pasiones (las hay que son buenas) son favorecidos por la ausencia de virtud. Vicio, se nos dice, es el hábito de satisfacer nuestros deseos; la virtud, en cambio, es la fuerza que domina las pasiones y para que exista ha de haber lucha, es decir, un encuentro drámático entre el deseo y la fuerza de dominación. Virtuoso no es el que se abstiene, sino quien se domina.
Los moralistas condenan los pecados, productos de los vicios y las pasiones terrenales. Sin embargo, sabemos que hay vicios menores -tomarse dos o tres copas, fumar- y hay vicios mayores que dominan el alma y corrompen la naturaleza humana. Se dice que el odio, la maldad, la ambición desmedida, la lujuria o la envidia, son los males efectivmente mayores que los hombres debiéramos controlar e incluso, mejor vencer. De todas las pasiones que dominan a los hombres, la envidia es la peor y la más triste por solitaria y acongojante. La avaricia, por su parte, deja deleites en el disfrute de las riquezas; la ira desfoga el furor como si fuera un orgasmo, pero conduce a la violencia y a "perder la cabeza"; la soberbia es complaciente, la lujuria por consiguiente, la gula corre también en el placer, como todas las pasiones y vicios. Pero la envidia es solitaria y triste y además, ocasiona al envidioso dolor y sufrimiento al ver en el otro, lo que él no tiene.
Inconcientemente, el envidioso reconoce en "el otro" cierta admiración y precisamente por eso le nace en su alma podrida la pasión incontrolable de la envidia, la cual le lleva a cometer los actos más deplorables, incluso el asesinato. La envidia es una rara combinación de odio y amor, de ira y reconocimiento. Mezcla, ciertamente, maldita.
Ya Víctor Hugo sentenciaba: "¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta". Y el humanista español Miguel de Unamuno sostenía que "la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual".
Debemos admirar el caracter, el trabajo, las virtudes, las competencias, el conocimiento o las riquezas de los demás -si éstas provienen del trabajo fecundo y creador- y aprender de ellos para buscar la forma de superarnos a nosotros mismos.
De todos hay que cuidarnos, pero de los envidiosos ¡Líbrame, Señor!
Esto se ha dicho siempre en El Colegio Invisible.

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