sábado, 27 de octubre de 2007

BENJAMÍN FRANKLIN

La personalidad de don Benjamín es, en verdad, digna de notarse.
Hombre autodidácta, hizo aportaciones relevantes a la política (es fundador de los EE. UU. al firmar el Acta de Independencia), promotor de las libertades en Francia, inventor destacado (el pararayos), investigador científico (descubrió la naturaleza de la energía eleéctrica: electrodinámica y electroestática), impresor y hombre de negocios, hizo fortuna y jamás perdió el piso.
También, y no obstante su vocación hacia la espiritualidad y en torno a las búsquedas propias de la vida interior -miembro destacado de El Colegio Invisible- Franklin fue un hombre práctico y con "los pies en la tierra".
Y prueba de ello es una de sus expresiones clásicas, que ha pasado incluso a enriquecer el acervo y la jerga de los economistas:
No hay nada tan cierto en el mundo como la muerte y los impuestos.
Y es que en una democracia madura, constituida por ciudadanos que asumen su ciudadanía con solidez y compromiso, el pago de los impuestos no solo es una obligación constitucional (legal), sino sobre todo moral.
Si la contribución fiscal no se entiende como algo que nos beneficia a todos -ya que así el Estado puede cumplir con sus compromisos financieros y sociales- entonces no hay ni Nación, ni Estado ni economía que sea capaz de prosperar en la justicia.

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