lunes, 29 de octubre de 2007

"Sola Scriptura, Sola Christus, Sola Gratia, Soli Deo Gloria"

La Necesidad de la Salvación.
Todos los hombres y las mujeres, desde la caída de nuestro padre Adán, nacemos en un estado de muerte espiritual. Ninguna persona, por su naturaleza muerta, ni puede, ni quiere, volver a Dios. Nadie puede de sí mismo obedecer a Dios o tener fe en Cristo. (vea Jn. 5:40; 6:44; Rom. 3:9-19; 5:12; Efe. 2:1-3).
La Causa de la Salvación.
Desde antes de la creación, Dios escogió a muchas personas de la raza caída de Adán para salvación. Aquellos quienes él escogió merecen la ira de Dios tanto como todos los demás que no fueron escogidos. Sin embargo, Dios los escogió en Cristo y decidió salvarles, y esto ciertamente hará. (vea Efe. 1:3-6; 2ª Tes. 2:13-14)
La Obra de Salvación.
El Señor Jesucristo murió como un sustituto de los que fueron elegidos por Dios. Por su sangre pagó por los pecados de ellos. Los redimió de la maldición de la ley y obtuvo redención eterna para ellos. Por su muerte Cristo infalible y justamente aseguró la salvación para todos los que el Padre le dio para representarles. (vea Jn. 10:9; Rom. 3:24-26; Gál. 3:13; Heb. 9:12).
El medio de la Salvación.
Dios el Espíritu Santo llama efectivamente a cada pecador escogido y redimido. El logra esto por medio de la predicación del Evangelio. Da vida a los elegidos y les vuelve a Cristo, dándoles arrepentimiento y fe. Por su Gracia todopoderosa, Dios les hace nuevas criaturas en Cristo. (vea Sal. 65:4; 110:3; Efe. 2:1-8).
La Certeza de la Salvación.
Dios guarda a todos quienes él ha escogido y redimido por Cristo, y les llama por el Espíritu Santo. Les cuida y les sella por su Gracia. Nunca quitará la Gracia que ha dado. Nunca anulará la fe que les dio. Los que han nacido de Dios no pueden perderse. Serán preservados porque son guardados por el poder de Dios por la fe. (vea 1ª Ped. 1:5; Jn. 10:27-30; Fil. 1:6)
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